Bienvenidos al tren

Bienvenidos al tren!
Sí, es posible que más de una vez descarrile. También puede hacer paradas en pueblos hostiles y estoy en condiciones de asegurar que va a transitar por parajes inhóspitos. Por momentos es más lento que el Gran Capitán y se viaja peor que en el Sarmiento. Aún así sean bienvenidas aquellas almas que quieran someterse al trajín de desempolvar recuerdos, construir anécdotas y volverse cada día un poquito más locas. Estos son mis vagones, fotos instantáneas de momentos irrepetibles. Fragmentos de un presente escurridizo que nunca se deja atrapar, porque este instante ya pasó.

martes, 26 de mayo de 2009

diálogos I

Tras algunos golpes se abre la puerta. Entran un hombre de aspecto lánguido y una mujer de gran porte. Piden una habitación.
La mujer yace semidesnuda en la cama mirando fijamente por la ventana que da a la calle Corrientes. El hombre está sentado al otro extremo de la habitación en un sillón de dos cuerpos y mientras con una mano tamborilea los dedos en un brazo del gigante de pana verde, da enérgicas pitadas a un cigarro que despide un olor fuerte y nauseabundo. Sin desprender sus ojos de la ventana la mujer dice:
- Por fin. Luego de tanto tiempo lo conseguimos.
- Eso es lo que querés creer. Yo no veo por qué estás tan alegre. Esto recién empieza. Ahora vos…- se detiene pensativo- y luego yo…
- No veo por qué nunca podés estar contento. Es tan sencillo si lo intentás.
- Lo que pasó…
- No te atrevas a volver a hablar de eso – vuelve sus ojos hacia él - Ya te dije que todo es como antes.
- Así lo ves vos, todo te es indiferente, por eso siempre hiciste lo que quisiste. Nada es como antes y el pretender y los silencios y jugar a las escondidas y tantas otras cosas que hoy hacemos a diario son la muestra perfecta de lo que ya no somos.
El hombre ahora está parado y recorre la habitación dando grandes pasos.
- Aún así, yo creo en nosotros – la mujer se estira para tocarlo.
- Yo también intento creer – la esquiva.
- Entonces haceme un favor y alegrate por mí. O al menos fingí y hacé como si todo fuera como antes.
- Es que para mí no lo es – se deja caer nuevamente en el sillón.
- Para mí si.
- Como puedes olvidar que aquel día vos…
- Basta – voltea nuevamente hacia la ventana - Dije que no quiero hablar más de ese día.
- El que no quieras hablar de ello no borra lo que hiciste.
- Yo no hice nada. Lo hicimos juntos.
- Yo no hice nada.
- Pero yo lo hice por ambos.
- Entonces, sos vos quien debe estar alegre – mirando fijo hacia el suelo deja caer el cigarrillo y con el pie derecho lo retuerce en el piso de alfombra azulada.
- Debo irme por un tiempo.
- Lo sé –murmura.
- Lo hago por nosotros.
- Lo sé – manteniendo el mismo tono.
- No sé cuándo podré volver – ahora ella también murmura.
- Lo sé.
La mujer saca un maletín que se encontraba debajo de la cama. Se viste precipitadamente. Ninguno dice nada. Entonces al salir, antes de entornar la puerta se dirige a él:
- Aún así te quiero.
La mujer cierra la puerta sin esperar respuesta alguna. El hombre tamborilea sus dedos cada vez más rápido en el brazo del sillón y casi en un suspiro:
- Yo ya no lo sé.

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