Podrías decir que te conozco, yo podría decir que vos a mí. Sabés que no me puedo quedar callada, que tengo una debilidad por la palta y que muchas veces la terraza me juega para atrás. Sabés que me puedo quedar horas si me tocás el pelo, que siento debilidad por el cuello y que un suspiro en el momento justo me transporta a otro paralelo.
Pero de qué sirve estudiarse, de qué sirve conocer las debilidades del otro si quererse es un arte y no una guerra. ¿O no ves la diferencia? En la guerra vamos calculando, manipulando, diagramando. En el arte vamos sintiendo, vamos fluyendo, y confluyendo. En la guerra vestís trajes preparados para la ocasión, en el arte nada más que la piel no hay ningún disfraz . En la guerra vos tenés armamentos y me lastimás. Cada acción busca una reacción. Buscás dar en el blanco primero, para después defenderte. En el arte es todo acción, exposición y contacto, un carne viva constante.
Quizás, después de todo, sea más fácil verme como una batalla.
Tal vez porque es viernes y cada uno a su trinchera, tal vez porque sé que el lunes se enciende otra vez la pelea, te revelo un pensamiento en voz alta.
Bajá las armas, dejá el escudo, largá por un rato la estrategia y las coartadas... si yo siempre estuve así, desnuda y transparente para vos.
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