-Sí
-¿Y ahora?
-¡Ahhh! - exclamó ella con desesperación.
Deseaba con cada fibra de su ser poder detener todo el proceso... pero ya era tarde. Una vez adentro la salida sería sinuosa y tortuosa, en especial para ella. Sentía que algo dentro se desgarraba y que nunca más podría ser repuesto. No podía entender como se podría disfrutar de semejante dolor intenso. Sus sentimientos hacia él se volvían confusos y mutaban a cada momento. Él no la había dejado entrar, nunca la dejaría entrar de la manera en que ella lo había hecho con él. Su guardia estaba baja por completo y la incertidumbre y desesperación una vez más la llevaron al mismo estúpido ritual. Unas tontas líneas sin sentido y pensamientos que la transportaban a escenarios que la aterrorizaban. Pero esa noche fue diferente... Había perdido algo que jamás encontraría y había encontrado algo que jamás querría perder.
-¿Qué pensas? -preguntó él.
-¿Cómo qué pienso? - contestó ella (le era más sencillo responderle con otra pregunta que realmente responder).
-Sí, lo primero que te venga a la mente...
-Nada. Esto. Ahora.
Entumecida se adormeció en su cama y olvidó todo el asunto. Creyó que con la mañana se retiraría aquella sensación que la noche había dibujado en ella. Y no, no lo hizo. Al despertarse el mismo vacío que oprimía su pecho seguía allí. La ausencia se hacía más presente que nunca. Él no la había llamado y su corazón se le bajaba a la panza. Una gran pelota en el estómago le impedía la respiración. Se sentía encima de esas montañas rusas que cuando niña tanto le atraían. Hoy ya no eran lo mismo, hoy ella no era la misma.
Recordando lamentó haberse permitido llegar tan lejos. Las palabras de su madre zumbaban en sus orejas... sus propias palabras también. Se había prometido en un momento de arranque supersticioso que ella nunca podría disfrutar de los momentos. No de aquellos momentos. El amor no era para ella, dejar entrar a alguien podría ser contraproducente. "La gente siempre se va" solía repetirse en las largas tardes lluviosas de domingo...
-Estaba pensando....
-¿Sí?
-Quizás no siga con todo esto... es muy doloroso - le confesó ella.
-Yo creo que estamos muy bien. Pensalo.
-Sí, ese es mi problema... pienso demasiado.
-Perfecto, con eso podemos empezar la semana que viene -dijo el hombre mientras se erguía del sofá. Se inclinó hacia ella para saludarla y la acompañó hasta la puerta.
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