Tibio el mate a medias. Una fila de hombres blancos dejan ver tu nobleza. Se tapa la bombilla y una pequeña abertura filtra heridas de tu alma.
De tu lugar natal, de soledad, de libertad. Siempre buscando y nunca dejándose estar. Un nómade del mundo. Se va achicando la selva y pensás en tu vieja. ¿Qué será de aquella Buenos Aires? Cerrás los ojos y por un minuto ves el obelisco, escuchás esos tangos... el olor a barrio te llena los pulmones y te olvidás del asma. El viejo corriéndote con la gomina, el barro de los entrenamientos, el cambio de aire y el acento cordobés. La pollera de aquella primera novia, el encanto de tus pantalones remendados en la cenas de etiqueta, aquel primer libro de Jack London, la obsesión con viajar ¡Ese Alberto siempre detrás de alguna mina! Las rutas, los desvíos y por fin acá...
Abrís los ojos y ves como el sol pide permiso y se abre camino a través del espesor de las yungas, sonreís y pasás el mate.
Bienvenidos al tren
Bienvenidos al tren!
Sí, es posible que más de una vez descarrile. También puede hacer paradas en pueblos hostiles y estoy en condiciones de asegurar que va a transitar por parajes inhóspitos. Por momentos es más lento que el Gran Capitán y se viaja peor que en el Sarmiento. Aún así sean bienvenidas aquellas almas que quieran someterse al trajín de desempolvar recuerdos, construir anécdotas y volverse cada día un poquito más locas. Estos son mis vagones, fotos instantáneas de momentos irrepetibles. Fragmentos de un presente escurridizo que nunca se deja atrapar, porque este instante ya pasó.
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